Este viernes por la noche he corrido la TMT de 25 Km. en La Puebla de Alfindén. Los organizadores con el tema de la distancia no lo debían de tener muy claro, según el nombre de la carrera inicialmente era de 25 Km pero en el reglamento ya decía que eran unos 20 Km, para finalmente ser 19,300 Km.
Esta carera no la tenía planificada al principio del año, pero al ver que marzo se quedaba huérfano de carreras decidí apuntarme. El año pasado ya corrí otra nocturna en La Puebla, que sí era de 25 Km, y no estuvo mal, con tu linterna en la frente y trotando entre pinos y campos.
Sin embargo la de este viernes parecía que no iba a salir nada bien. Por la tarde no pensaba trabajar, al final hasta las 18,30 h. Tenía intención de comer algo a mitad de tarde, no comí nada. Me compre un gel energético que no había probado antes en carrera, me sentó mal. Tenía pensado ponerme para la carrera un pantalón con diversos bolsillos, no lo encontré. Quería llegar a La Puebla con suficiente tiempo para calentar, llegué sólo media hora antes de que empezara la carrera. Y a la hora de la salida el GPS del reloj no me pillaba el satélite. Me viene a la cabeza el conocido enunciado de la ley de Murphi “Cualquier situación por mala que sea es susceptible de empeorar”. Esto no pinta nada bien.
En fin, ahí estaba en la línea de salida con el brazo en alto tipo antena buscando el satélite y convencido de no iba a ser una buena carrera. A las 21,00 h lanzan un cohete para dar la salida, y por arte de magia justo al pasar el arco de salida el reloj encuentra el satélite; haber corrido sin saber la distancia que te queda para meta crea muchas dudas durante la carrera.
Los primeros cinco kilómetros son de subida y por una senda que sólo se puede ir en fila. Ya lo sabía porque hice el recorrido hace dos semanas y no me gusto. En la salida me puse como siempre retrasado lo que hizo que durante estos primeros kilómetros llevara más de cien corredores por delante. A mi se me dan mal las subidas y tal como llevaba el día no me importó ir pegado a la espalda de otro. Como el ritmo no era fuerte me sentía bien y pude disfrutar sin sufrir demasiado. A partir de kilómetro seis la senda se ensancha y se puede adelantar. Aunque sigue siendo de subida, las piernas me responden y empiezo a ir cogiendo ritmo e ir adelantando a otros corredores. Me sorprende lo bien que me encuentro tal como ha ido la tarde. En el kilómetro diez el avituallamiento, bebo agua y me tomo un gel que me había dicho el dependiente de la tienda que era con productos naturales y que por ello no sentaba mal. Con la edad todos nos damos cuenta de los buenos consejos que nos daban los padres, “no hagas caso a los desconocidos”. Cuando quedaban unos dos kilómetros noté que el gel no me había caído bien en el estómago.
A partir del kilómetro diez es todo bajada con alguna pequeña subida. Aquí es donde mis piernas empiezan a funcionar con alegría. Voy a un ritmo alegre adelantando corredores que en algún caso intentan seguirme. Lo noto porque sientes su respiración en tu nuca. En todos los casos pasados unos cientos de metros se van quedando atrás. ¡Guau!, esto motiva mucho lo que me hace aumentar el ritmo. Cuando sólo quedan cinco kilómetros, voy como una bala, por debajo de los 4 mtos/km. y lo mejor es que no siento que estoy forzando al máximo. El último kilómetro aprieto un poco más y sorprendentemente, como comprobé más tarde, lo hago en 3,39 mtos/km.
La llegada sprintando para no perder la costumbre y termino con un tiempo de 1 h 28 mtos 25 sg y en el puesto 16 de 300 corredores y a 11 mtos del primero. Lo de menos es el puesto y el tiempo, lo importante es la sensación de haber corrido tan bien con unos prolegómenos tan desastrosos. Como me dijeron una vez “detrás de las nubes más oscuras siempre hay un sol brillante”.